
Los habitantes de la comunidad de Pacay, de la parroquia Zhud, tienen una forma diferente de vestir y vivir su cultura. LDT.
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El museo etnográfico es una visión de la cultura cañari, presenta un lugar especifico para cada comunidad y recrea sus formas de vida y manifestaciones religiosas, festivas o de trabajo.
La provincia del Cañar es diversa en su cultura y geografía, tiene una región sierra y otra subtropical, además de gran diversidad cultural que se manifiestan en las comunidades que la habitan. Como Capital Arqueológica y Cultural del Ecuador, la ciudad de Cañar es un escenario donde se manifiesta esa riqueza, con expresiones de la cultura viva, sitios arqueológicos y dos museos: un etnográfico y un arqueológico, centros que tienen como eje la representación de la formación cultural e histórica. El museo etnográfico es una visión contemporánea de la cultura cañari. Presenta un lugar especifico para mostrar cada comunidad y recrear su forma de vida y manifestaciones religiosas, festivas o de trabajo que tienen. La segmentación de los grupos étnicos se estructura de tal forma que ninguno se excluya y cada representación sea un testimonio de vida.
- El bocinero y el quipero La bienvenida al museo etnográfico, a la entrada, la dan un bocinero y quien toca la quipa. Son esculturas de cera que visten el típico traje cañari: zamarros de cuero de borregos sujetados con la faja, cuzhmas negras, camisa blanca bordada y el sombrero de lana. Las esculturas están en el museo desde el 2004. El maestro de la quipa luce un zamarro de cuero blanco y el de la bocina un zamarro de cuero de borrego negro. La quipa y la bocina son dos instrumentos de viento usados dentro de la administración de los pueblos para convocar y reunir a la población, ya sea en la minga, la siembra y la cosecha también. Las formas de vestir, las expresiones físicas, las manifestaciones que hacen a través de la música y la danza se diferencian de acuerdo a la localidad donde viven. Si están en la zona andina tienen su vestimenta y formas de vida, si están en los yungas o zonas calientes, también presentan sus rasgos existenciales. Todos esos aspectos los tomó en cuenta el artista René Pulla para dar forma a las figuras del museo. Los habitantesde Sisid y Pacay La bienvenida a la sala de exposición etnográfica la da la recreación de la forma de vida de los habitantes de Sisid, una de las poblaciones cañaris, cuya particularidad son los tejidos de lana. El ambiente vivencial de los de Sisid lo marca una mujer que teje en su casa, tiene en sus manos el uso y le rodean el canasto, los cántaros, las telarañas que se han formado en la pared, el sambo, calabaza que cuenta dentro de su alimentación. Así mismo, las ruecas o los grandes armazones de madera donde ovilla el hilo de lana. Una segunda parte de esta recreación es el telar, una estructura de madera donde se colocan los hilos vertical y horizontalmente para que en la urdimbre, el tejedor dé forma a sus prendas de vestir. Entre ellas, las fajas, en las que en su iconografía se plasman muchas veces elementos de la cosmovisión cañari. La casa de habitación de ellos siempre se relaciona con la tierra, con esa relación hombre–naturaleza. El hombre y mujer de Pacay son diferentes, están en la provincia de Cañar, pero visten y viven de manera distinta a los de Sisid. Pacay se ubica en la parroquia Zhud, los rasgos físicos faciales de su gente son diversos, tiene los ojos más achinados, se dice que provienen de una descendencia mongólica. “Son recelosos y existen muy pocos”, argumentan quienes los conocen Las mujeres de Pacay no usan la típica pollera cañari, como se muestra en el museo sus faldas son más livianas, tablonadas, confeccionadas con tela suelta. La casa de habitación se hace de tablas, tienen los elementos de la cultura contemporánea como posters o fotografías y lo que no falta es la imagen de la Virgen de la Nube en un rincón, todo ese sincretismo cultural que se registró con la conquista, explica el guía del museo. El aspecto representado de los de Sisid es la música. Pacay se diferencia por su música hecha con acordeón y guitarra, son grupos mestizados que se dedican a eso. En el museo es de ver al acordenonista tocando y la mujer marcando el paso acorde al ritmo.(BSG) Los Yungas y el recuerdo de la hacienda Huántug La etnografía de Cañar es tan variada: los habitantes que se encuentran en las yungas o territorios calientes “más costeros”, tienen una vestimenta diferente a quienes están en la zona sierra. En comunidades como San Antonio de Paguancay, Javín, Chontamarca están colonos de Cañar que se asentaron en esos sitos. De este lugar se recrea al hombre con un pantalón arremangado hasta la pantorrilla y su caballo cargado de caña de azúcar. Pasar a las formas de vida que tienen los de Quilloac es rememorar la enorme hacienda de Huántug, propiedad de Florencia Astudillo que abarcó desde Buerán hasta Gualleturo. En la hacienda trabajaron los indígenas cañaris y para recrear esos momentos claves de vida de Quilloac, el museo recrea la “jahuan” o la fiesta de la cosecha del trigo, celebrada con el Inti Raymi en la contemporaneidad. De ese cuadro de vida indigenista, el museo muestra a cegadores y cegadoras, hombres y mujeres que cosechaban el trigo y recogían las gavillas. Aquí se ve la presencia de los indígenas y del mestizo que tiene el cargo de mayordomo, un hombre que viste de poncho diferente al poncho cañari. Las espigas plateadas recuerdan al campo de trigo seco, las mujeres que levantan los atados de espigas y los hombres que cortan el trigo se representan en un cuadro bastante colorido.(BSG) El danzante o Tintuchil El museo es toda una ruta por la etnografía de esta provincia. Cuando se aborda la forma de vida las comunidades de Socarte o General Morales, se destaca la presencia del danzante cañari o el tuntuchil, que luce poncho rojo, camisa blanca y pollera de seda. Una cualidad de estos personajes es el casco con espejos. La razón de ser de este diseño obedece al principio histórico de la llegada de los españoles que trajeron espejos, espejos que ellos los ponen en los sombreros. Los tuntuchil son un conjunto de danza ceremonial, se integra con un mozo pregonero que toca el tambor y la flauta de tres orificios para que bailen los danzantes. Los bailarines que acompañan al mozo lucen trajes que llevan iconografías de serpientes. La danza que ellos interpretan es una manera de burlarse de la forma como llegaron los españoles.
Huayrapungo e IngapircaHablar de Huayrapungo es hablar del lugar donde se ubica Ingapirca. Los Huayrapungo son de origen mitimae, se dice que vinieron como un ejército aliado de los incas para conquistar a los cañaris y se asentaron en estas tierras. Su particularidad es que los antiguos se rapaban la cabeza y se cubrían la misma con un pañuelo. La costumbre aún prevalece entre los ancianos. Ellos visten cuzhmas rojas bordados en sus bordes con diseños diferentes a los de otras comunidades. No abandonan la camisa blanca bordada y su música la ejecutan con flautas, redoblante y chirimía. Aquí se siente el sincretismo religioso de los cañaris, quienes tributan con su música, danza y ofrendas a deidades católicas, y, en el caso de los Huayrapungos, el ritual católico es en honor a Santa Teresita de Ingapirca. La etnografía cañareja es una parte de la historia ancestral y de la cultura contemporánea de la provincia. El último cuadro de esculturas que se ve, es una recreación de cómo años atrás, la gente de Cañar, que es originaria de diversas comunidades, llegó para habitar lo que hoy es el centro urbano la ciudad. Este paisaje humano se enseña al público con la representación de la casa revestida con papel periódico convertida en una tienda. En las cerchas de madera están las botellas de las gaseosas de antaño, “Cot Cola”, “Crush”, entre otras marcas. Allí, junto a la tienda está una chagra cañareja que los domingos salía de compras y para la feria de la urbe y tomaba una g
